¿Y quién motiva a los profesores?
Después de haber pasado el primer mes de colegio, no me queda más que expresar mi felicidad de estar de nuevo en las aulas.
A petición, el tema que nos ocupa hoy es la motivación de los profesores. Uno de los recursos educativos más importantes.
Uno de los problemas al que nos enfrentamos hoy en día es la falta de motivación por parte de los alumnos que desemboca en el fracaso escolar. Quizá uno de los motivos de su falta de motivación puede estar en la misma falta en sus maestros.
Antes de analizar los porqués quiero expresar la suerte que tengo de haber estudiado magisterio, ser maestra y querer seguir siéndolo. Si realmente se estudia esta carrera con vocación, conllevará una motivación intrínseca. En muchos casos, esa vocación existe al iniciar los estudios, pero se desarrolla a lo largo del periodo de universidad. Y, desde luego, se termina de desarrollar y se refuerza durante el ejercicio de la misma.
Por lo tanto, la vocación es uno de los requisitos de un maestro motivado. Los que empiezan con mucha ilusión, pero durante los estudios se dan cuenta de que su futuro no debe estar ligado a la enseñanza, son aquellos que merecen mi más sincera admiración.
Otra de las cosas fundamentales para la motivación es la formación y reciclaje constante. La sociedad cambia, los alumnos cambian, las familias cambian,... por lo que los profesores debemos formarnos para enfrentarnos a los cambios (por ejemplo en nuevas metodologías, tecnologías,...). Esto nos permitirá afrontarlo desde el conocimiento y evitará el fracaso por nuestra parte.
Como en cualquier trabajo, existen muchos factores a nuestro alrededor que provocan la desmotivación.
A veces, existen demasiados "papeles" que rellenar que parecen que te alejan de tu labor, tenemos problemas de disciplina y/o convivencia en el aula, nos faltan medios, ayuda o colaboración, existen demasiados cambios legales, demasiados objetivos y contenidos que atender en cada área... Y, por supuesto, en algún caso, la falta de apoyo de las familias. Familia y escuela deben ir unidos, en el mismo camino, para el éxito de nuestros alumnos (sus hijos).
Insisto en la importancia de la vocación, que hará que todo lo anterior se lleve a cabo desde la mejor de las actitudes. Si no hay vocación será muy difícil desarrollar las tareas propias del docente y desembocará en "locura transitoria" o, peor aún, "locura total".