6 meses disimulando...
Son seis meses ya. Fechas, fechas y más fechas.
Me pregunto qué diferencia hay entre un día y otro. Qué más dará cinco que seis. O seis que siete. Pues no da igual. Será algo cultural o serán los periodos de tiempo "redondos" los que hacen pensar más o sufrir más. Pero así es.
Seis meses ya y parece que fue ayer. Aunque ya he entrado en rutina y lo agradezco. Me encanta estar entretenida y no pensar. A pesar que sé lo dañino que es intentar no pensar, intentar no hablar e intentar no expresar.
Son formas de tapar el sentimiento y que nadie te reconozca débil. Y a pesar de las recomendaciones de la gente que más te quiere, deseas seguir en ese pedestal donde te mantienen los menos allegados. Ese pedestal de fortaleza totalmente erróneo e inútil, pero aparenta que te pones el mundo por montera.
Aparentar fortaleza es lo que me hace estar de pie. Lo que me hace avanzar. Y a la vez, lo que me hace estancarme porque sé que así no se supera. Y por más que leo del luto, no consigo adaptarme a ninguna de la teorías psicológicas. Y donde más me sitúo es en la negación. Negación de mis propios sentimientos.
Me sorprendo todos los días deseando que llegue la hora de irse a dormir. Donde el silencio se apodera de la casa. Donde soy capaz de dejar mi mente volar hacia el sueño. El estado de inconsciencia donde mejor me encuentro. Y nunca sabes lo que te deparará. El único momento en el que sabes que, si hay suerte, lo volverás a ver. Pero tampoco llega ese momento. Recuerdo la cantidad de pesadillas que tenía y me calmabas. Recuerdo el miedo que tenía a dormirme por no sufrirlas. Ahora quiero dormir y quiero soñar. Pero quiero soñar contigo.
¿Por qué, papá? ¿Por qué ni siquiera allí, donde no tengo que disimular? Pero no hay respuesta. Ya no hay respuesta. Qué difícil es esto. Cuántos sentimientos tan, tan personales y difíciles de explicar. Cuánto echo de menos tu mirada y tu sonrisa.
Así que, a todos los que me leen, que dejen de alabar lo fuerte que soy. No lo soy. Sólo sé disimular muy bien.